FERNANDO, HIJO. Sí.
FERNANDO. ¿Recuerdas que te hemos dicho muchas veces que no tontearas con ella
FERNANDO, HIJO. (Que ha llegado al rellano.) Sí.
FERNANDO. Y has desobedecido…
FERNANDO, HIJO. Papá… Yo…
FERNANDO. Entra. (Pausa.) ¿Has oído?
FERNANDO, HIJO. (Rebelándose.) ¡No quiero! ¡Se acabó!
FERNANDO. ¿Qué dices?
FERNANDO, HIJO. ¡No quiero entrar! ¡Ya estoy harto de vuestras estúpidas prohibiciones!
FERNANDO. (Conteniéndose.) Supongo que no querrás escandalizar para los vecinos
FERNANDO, HIJO. ¡No me importa! ¡También estoy harto de esos miedos! (ELVIRA […] sale a la puerta.) ¿Por qué no puedo hablar con Carmina, vamos a ver? ¡Ya soy un hombre!
ELVIRA. (Que interviene con acritud.) ¡No para Carmina!FERNANDO. (A ELVIRA.) ¡Calla! (A su hijo.) Y tú, entra. Aquí no podemos dar voces.
FERNANDO, HIJO.¿Qué tengo yo que ver con vuestros rencores y vuestros viejos prejuicios? ¿Por qué no vamos a poder querernos Carmina y yo?
ELVIRA. ¡Nunca!
FERNANDO. No puede ser, hijo.
FERNANDO, HIJO. Pero ¿por qué?
FERNANDO. Tú no lo entiendes. Pero entre esa familia y nosotros no puede haber noviazgos.
FERNANDO, HIJO. Pues os tratáis.
FERNANDO. Nos saludamos, nada más. (Pausa.) A mí, realmente, no me importaría demasiado. Es tu madre…
ELVIRA. Claro que no. ¡Ni hablar de la cosa!
FERNANDO. Los padres de ella tampoco lo consentirían. Puedes estar seguro.
ELVIRA. Y tú debías ser el primero en prohibírselo, en vez de halagarle con esas blanduras
improcedentes.
FERNANDO. ¡Elvira!
ELVIRA. ¡Improcedentes! (A su hijo.) Entra, hijo.
FERNADO, HIJO. Pero mamá… Papá… ¡Cada vez lo entiendo menos! Os empeñáis en no comprender que yo… ¡no puedo vivir sin Carmina!
FERNANDO. Eres tú el que no comprendes. Yo te lo explicaré todo, hijo.
ELVIRA. ¡No tienes que explicar nada! (A su hijo.) Entra.
FERNANDO. Hay que explicarle, mujer… (A su hijo.) Entra, hijo.
FERNANDO, HIJO. (Entrando, vencido.) No os comprendo… No os comprendo.
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