viernes, 17 de mayo de 2019

"Historia de una escalera" (Texto para comentario) 2CTA. Hay que hacer las preguntas 1,2 y última del examen de selectividad 11/30

     FERNANDO. ¿Estabas con ella?
     FERNANDO, HIJO. Sí.
     FERNANDO. ¿Recuerdas que te hemos dicho muchas veces que no tontearas con ella
     FERNANDO, HIJO. (Que ha llegado al rellano.) Sí.
     FERNANDO. Y has desobedecido…
     FERNANDO, HIJO. Papá… Yo…
     FERNANDO. Entra. (Pausa.) ¿Has oído?
     FERNANDO, HIJO. (Rebelándose.) ¡No quiero! ¡Se acabó!
     FERNANDO. ¿Qué dices?
     FERNANDO, HIJO. ¡No quiero entrar! ¡Ya estoy harto de vuestras estúpidas prohibiciones!
     FERNANDO. (Conteniéndose.) Supongo que no querrás escandalizar para los vecinos
     FERNANDO, HIJO. ¡No me importa! ¡También estoy harto de esos miedos! (ELVIRA […] sale a       la puerta.) ¿Por qué no puedo hablar con Carmina, vamos a ver? ¡Ya soy un hombre!
     ELVIRA. (Que interviene con acritud.) ¡No para Carmina!FERNANDO. (A ELVIRA.) ¡Calla! (A         su hijo.) Y tú, entra. Aquí no podemos dar voces.
     FERNANDO, HIJO.¿Qué tengo yo que ver con vuestros rencores y vuestros viejos prejuicios?           ¿Por qué no vamos a poder querernos Carmina y yo?
     ELVIRA. ¡Nunca!
     FERNANDO. No puede ser, hijo.
     FERNANDO, HIJO. Pero ¿por qué?
     FERNANDO. Tú no lo entiendes. Pero entre esa familia y nosotros no puede haber noviazgos.  
     FERNANDO, HIJO. Pues os tratáis.
     FERNANDO. Nos saludamos, nada más. (Pausa.) A mí, realmente, no me importaría demasiado.       Es tu madre…
     ELVIRA. Claro que no. ¡Ni hablar de la cosa!
     FERNANDO. Los padres de ella tampoco lo consentirían. Puedes estar seguro.
     ELVIRA. Y tú debías ser el primero en prohibírselo, en vez de halagarle con esas blanduras        
     improcedentes.
     FERNANDO. ¡Elvira!
     ELVIRA. ¡Improcedentes! (A su hijo.) Entra, hijo.
     FERNADO, HIJO. Pero mamá… Papá… ¡Cada vez lo entiendo menos! Os empeñáis en no                 comprender que yo… ¡no puedo vivir sin Carmina!
     FERNANDO. Eres tú el que no comprendes. Yo te lo explicaré todo, hijo.
     ELVIRA. ¡No tienes que explicar nada! (A su hijo.) Entra.
     FERNANDO. Hay que explicarle, mujer… (A su hijo.) Entra, hijo.
     FERNANDO, HIJO. (Entrando, vencido.) No os comprendo… No os comprendo.

lunes, 13 de mayo de 2019

TEXTOS PARA DECIR A QUÉ GÉNERO PERTENECEN


HARPAGÓN. ¿Refunfuñas entre dientes?
FLECHA. ¿Por qué me echáis?
HARPAGÓN. ¿Vas a pedirme explicaciones tú, so bigardo? Sal de prisa, antes que te acogote.
FLECHA. ¿Qué os he hecho?
HARPAGÓN. Pues me has hecho... desear que te marches.
FLECHA. Mi amo, vuestro hijo me ha ordenado esperarle.
HARPAGÓN. Vete a esperarle a la calle y no permanezcas en mi casa, plantado como un poste, observando lo que pasa y aprovechándote de todo. No quiero tener delante sin cesar un espía de mis negocios, un traidor cuyos condenados ojos asedian todos mis actos, devoran lo que poseo y huronean por todos lados para ver si hay algo que robar.


(MOLIÈRE: El avaro. Fragmento)




TEXTO B


He llegado a saber que en tiempo del califa Harún Al-Rachid vivía en la ciudad de Bagdad un hombre llamado Sindbad el Cargador. Era de condición pobre, y para ganarse la vida acostumbraba a transportar bultos en su cabeza. Un día entre los días hubo de llevar cierta carga muy pesada; y aquel día precisamente hacía un calor tan excesivo, que sudaba el cargador, abrumado par el peso que llevaba encima. Intolerable se había hecho ya la temperatura, cuando el cargador pasó por delante de la puerta de una casa que debía pertenecer a algún mercader rico, a juzgar par el suelo bien barrido y regado alrededor con agua de rosas. Soplaba allí una brisa gratísima, y cerca de la puerta aparecía un ancho banco para sentarse. Al verlo, el cargardor Sindbad soltó su carga sobre el banco en cuestión con objeto de descansar y respirar aquel aire agradable, sintiendo a poco que desde la puerta llegaba a él un aura pura y mezclada con delicioso aroma; y tanto le deleitó, que fue a sentarse en un extremo del banco. Entonces advirtió un concierto de laúdes e instrumentos diversos, acompañados por magníficas voces que cantaban canciones en un lenguaje escogido; […]


(Sinbad el Marino, de Las mil y una noches. Fragmento adaptado.)


TEXTO C
Tu pupila es azul, y cuando ríes
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
¡una perdida estrella!


(GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER: Rima XIII)




TEXTO D
Más tarde hemos charlado un poco como dos jóvenes esposos, un poco como dos extraños. Era amable. Muchas veces sonreía mirándome. Era yo ahora quien tenía ganas de abrazarla. Pero permanecí tranquilo.
En la frontera, un funcionario abrió bruscamente la puerta y me preguntó:
-¿Su nombre, señor?
Me sorprendió. Respondí:
-Marqués de Roseveyre.
-¿A dónde se dirige usted?
-A las termas de Loëche, en le Valais.
Escribió en un registro. Respondió:
-¿La señora es su mujer?
¿Qué hacer? ¿Qué responder? Levanté los ojos hacia ella dudando. Ella estaba pálida y miraba a lo lejos...

(GUY DE MAUPASANT: A las aguas. Fragmento)






TEXTO E
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.


(JORGE MANRIQUE: Coplas a la muerte de su padre, copla III)






TEXTO F
CLARÍN:
Di dos, y no me dejes
en la posada a mí cuando te quejes;
que si dos hemos sido
los que de nuestra patria hemos salido
a probar aventuras,
dos los que entre desdichas y locuras
aquí habemos llegado,
y dos los que del monte hemos rodado,
¿no es razón que yo sienta
meterme en el pesar, y no en la cuenta?
ROSAURA:
No quise darte parte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte,
llorando tu desvelo,
el derecho que tienes al consuelo.
Que tanto gusto había
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.
CLARÍN:
El filósofo era
un borracho barbón; ¡oh, quién le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas ¿qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando se parte el sol a otro horizonte?


(PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA:  La vida es sueño. Fragmento)




TEXTO G
Nos sentamos en un valladar y dijo el ciego:
-Ahora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas y que tengas de él tanta parte como yo. Lo repartiremos de esta manera: tú picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos, y de esta suerte no habrá engaño.
Hecho así el concierto, comenzamos; […] Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano, y, meneando la cabeza, dijo:
-Lázaro, me has engañado. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres a tres.
-No comí -dije yo-; pero, ¿por qué sospecháis eso?
Respondió el sagacísimo ciego:
-¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos y callabas.

(El Lazarillo de Tormes, Fragmento adaptado)



GÉNEROS LITERARIOS



EL TEATRO. EL GÉNERO DRAMÁTICO

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